NO, NO SE PUEDE BORRAR EL PASADO

 


Hoy vino a mi casa un técnico a limpiar los ductos del aire

acondicionado; lo llamé porque hacía rato que a la mañana me acosaba la alergia. Supuse que era a causa de los tubos del aire acondicionado, y el técnico me lo confirmó ya que, al abrir las rejillas, un polvo denso se hizo notar enseguida. “Cuando termine el trabajo -me dijo- ya no quedará ni rastro de esta polvareda”. Y luego sonriendo agregó: “La casa quedará purificada, como nueva.” Y así fue como, al él irse, me pregunté si acaso yo también podría quitarme de encima el polvo de mi pasado y quedar como nueva. Quitarme de encima aquellas palabras que aún recuerdo con dolor, o aquellos momentos en los que me pregunté por qué me habían tocado, o aquellas noches de niebla en las que me pareció haber equivocado el camino. Qué bueno sería, me dije, olvidar aquello que nos volvió más distantes, pero más cautos, más fríos, pero más seguros, menos temerarios, pero más sagaces, y volver a ser como un día fuimos. Porque sin duda fuimos mucho más transparentes de lo que, con el pasar del tiempo, luego nos volvimos. Por eso ahora llevamos en la memoria esa tristeza que, a veces, nos nubla la mirada.

 


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