Hoy
caminé hasta la playa y en la orilla me detuve.
Cuando
me senté la arena me acogió apacible,
y la
espuma blanca de las olas se regocijaba
mientras
a mi alrededor yo el mar contemplaba.
Hoy me
alejé de lo cotidiano, del temor y del vacío
para
acercarme al agua límpida que se me acercaba,
y en el
silencio de esa resplandeciente mañana
bajo ese
cielo frío solo un nombre me acompañaba.
Solo tu
nombre abría las alas hacia las nubes vaporosas.
Un
nombre que nunca se aleja, un nombre que no deja
de
acariciar mis ojos antiguos, mis manos temblorosas,
ni de
recordarme que para siempre estarás conmigo.
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