Los que ayer nos lastimaron,
si es
que algo destruyeron
fueron
nuestros sueños,
sueños que día tras día,
y noche
tras larga noche
nuestra vida
colmaron.
El dolor
abatió nuestros sueños
como
castillos en la arena blanda,
como
aves heridas de balas,
como la
luz de lluviosas madrugadas,
y cuando
los sueños se desvanecieron
no nos
quedó casi nada.
Cuando
los sueños se nos escapan
las
manos nos quedan vacías,
monótona
fluye nuestra vida
y el
cielo antes tan cercano
se
desplaza hacia un mundo lejano
que
huele a despedida.
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