Me siento a la orilla de este mar tan mío,
tan cerca
en mis momentos de desvarío,
como lago
inmóvil de montaña, helado,
transparente
como el dolor de la vida mía.
Entonces
me visita el recuerdo de los años
que
contigo he vivido, que he padecido;
años de una soledad interminable,
horas perdidas,
como un refugio inalcanzable.
Fueron momentos
de los que nos quitan
el deseo
de continuar, de seguir andando,
y que
luego nos tiñen los ojos color morado
como
morado es nuestro corazón desahuciado.
Hoy, cuando
me siento a la orilla de este mar
tan mío,
no puedo sino darle gracias a la Vida
por haberme traído hasta estas orillas ayer
cuando todo
a mi alrededor se había perdido.
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