A veces cuando suena la oscura medianoche
soñamos que se nos va la vida de las manos,
empapada
de soledad, falsedad y sinsabor,
nostalgia,
desesperanza y más dolor.
Nos
miramos las manos vacías de amor
cual
aves quejumbrosas y hambrientas,
nuestras
desoladas manos abiertas
deseosas
de abrazar nuestra próxima jornada.
Porque
aquello que hoy se está alejando
dejando
tras de sí un recuerdo acongojado
no es
sino el umbral nítido e inesperado
de esa
comarca sagrada que nos está esperando.
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